lunes, 17 de agosto de 2015

Texto de Liliana Ponce sobre El lado oscuro del mundo

El lado oscuro del mundo, de Marta Miranda

El breve y sutil libro de Marta nos permite entrar en camino de experiencias alineadas y arrojadas a un tiempo propio, al tiempo de quien enuncia y se detiene en pausa de observación, y entonces puede manipular los filtros: amor y deseo, miedo y espera; es el tiempo que se instala en el presente y se guarda en recuerdo –no dejar que se convierta en reloj blando y a la vez guardarlo en una caja sin tapa. 

   Ya el título nos trae la imagen de la contracara lunar, pero paradójicamente, la luna nunca aparece en los poemas –hay cielo de lluvia y rayos, cielo de tormenta, nieve, como formas de persistir en la luz que desaparece. 

   Si el lado oscuro de la luna representa lo oculto y misterioso y una forma de enigma, también encarna la interrogación y el punto de partida para dar la vuelta y preguntarse qué esconde lo que no podemos ver. En el lado oscuro del mundo, Marta pareciera haber tirado suavemente de la soga, correr la cortina, para recoger piezas tornasoladas, que a veces brillan y a veces muestran pudorosamente las marcas de heridas y rasguños. Así se instala en un espacio silencioso y de ensueño: mira el río, duerme en lecho ajeno, se deja amar y ama sin esperanza de conjurar el preludio de nuevas ausencias:

En medio de la isla 
sola 
en una cama que no es mía 
escucho la tormenta 

Dice en “El río poderoso”. 

Fuerza de la soledad porque pocas figuras tangibles y amorosas se pueden recortar en los poemas: la amiga, el padre, la niña. 

Recostada en el muelle 
veo el rostro de la amiga 
que se acerca en canoa (…) 

                                 (En el muelle) 

Aunque la enfermedad lo devoraba 
siempre ponderé 
la belleza de mi padre: 
sus grandes ojos sus manos alargadas (…) 

                                (No recuerdo la sonrisa de mi padre) 

Sentados a la mesa familiar 
entre el bullicio 
te miro comer lentamente 
bocado a bocado, 
en un instante 
levantás el rostro 
y sonreís 
en ese instante el sol 
mismo 
nace y brilla por vez primera en esta tierra 

                               (Noche de Reyes, dedicado a Valentina) 


   ¿Y cuál es el poder de la negación que se reitera en las palabras elegidas, la construcción de las frases?. El “no recuerdo”, “la nada”, “el paisaje en negativo”, son casi un “no” sólido, un “no” corporizado con múltiples aristas que se alza a modo de una torre y sacude lo emocional. 

También hay otra constante en el fluido de los poemas: el peso y la representación del límite, la barrera, la línea divisoria. Y esta imagen subyacente ya se enuncia en el primer poema, en el que el sujeto poético se sitúa contemplando el río desde una orilla, y desde allí observa continuidad y fragmentos: 

Miro el Paraná 
calculo  
a lo sumo unos cuarenta metros 
hasta la otra orilla 
en medio 
corre fuerte el río 
trayendo 
lo que trae 

en su anchura (…) 

Pero si volvemos hacia atrás, el título del libro es un anuncio de esta imagen casi símbolo: el otro lado, el otro lado en sombras, oscuro, oculto, y ese no-hacer fingido que es quedarse del lado de las palabras. Allí están los poemas cuya lectura exige respiración atenta, una especie de audición del espacio. 
  
   El cineasta y teórico de arte español José Val del Omar llama a uno de sus ensayos Teoría de la visión táctil, donde analiza el valor de la luz para entender el relieve de las cosas. El libro de Marta sostiene ese pulso lumínico que empezó en la oscuridad pero es reverso de lo que está por venir y de lo que espera ser de nuevo encendido.

                                                                            Liliana Ponce Buenos Aires, agosto de 2015











Junto a Liliana Ponce

Miguel Balaguer, editor de Bajo la luna

2 comentarios:

  1. El juego de luces y sombras nos viene dado por la naturaleza de nuestro planetas y sus vueltas. Es de celebrar cada vez que la poesía entra en ese juego vital, como parece haberlo hecho la Marta que debe ser mirada. Felicitaciones; también a Liliana Ponce.

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