El breve y sutil libro de Marta nos permite entrar en
camino de experiencias alineadas y arrojadas a un tiempo
propio, al tiempo de quien enuncia y se detiene en pausa de
observación, y entonces puede manipular los filtros: amor y
deseo, miedo y espera; es el tiempo que se instala en el
presente y se guarda en recuerdo –no dejar que se convierta
en reloj blando y a la vez guardarlo en una caja sin tapa.
Ya el título nos trae la imagen de la contracara
lunar, pero paradójicamente, la luna nunca aparece en los
poemas –hay cielo de lluvia y rayos, cielo de tormenta,
nieve, como formas de persistir en la luz que desaparece.
En medio de la isla
sola
en una cama que no es mía
escucho la tormenta
Dice en “El río poderoso”.
Fuerza de la soledad porque pocas figuras tangibles y
amorosas se pueden recortar en los poemas: la amiga, el
padre, la niña.
Recostada en el muelle
veo el rostro de la amiga
que se acerca en canoa (…)
(En el muelle)
Aunque la enfermedad lo devoraba
siempre ponderé
la belleza de mi padre:
sus grandes ojos
sus manos alargadas (…)
(No recuerdo la sonrisa de mi padre)
Sentados a la mesa familiar
entre el bullicio
te miro comer lentamente
bocado a bocado,
en un instante
levantás el rostro
y sonreís
en ese instante el sol
mismo
nace y brilla por vez primera en esta tierra
(Noche de Reyes, dedicado a Valentina)
¿Y cuál es el poder de la negación que se reitera en
las palabras elegidas, la construcción de las frases?. El
“no recuerdo”, “la nada”, “el paisaje en negativo”, son
casi un “no” sólido, un “no” corporizado con múltiples
aristas que se alza a modo de una torre y sacude lo
emocional.
También hay otra constante en el fluido de los poemas:
el peso y la representación del límite, la barrera, la
línea divisoria. Y esta imagen subyacente ya se enuncia en
el primer poema, en el que el sujeto poético se sitúa
contemplando el río desde una orilla, y desde allí observa
continuidad y fragmentos:
Miro el Paraná
calculo
a lo sumo unos cuarenta metros
hasta la otra orilla
en medio
corre fuerte el río
trayendo
lo que trae
en su anchura (…)
Pero si volvemos hacia atrás, el título del libro es
un anuncio de esta imagen casi símbolo: el otro lado, el
otro lado en sombras, oscuro, oculto, y ese no-hacer
fingido que es quedarse del lado de las palabras. Allí
están los poemas cuya lectura exige respiración atenta, una
especie de audición del espacio.
El cineasta y teórico de arte español José Val del
Omar llama a uno de sus ensayos Teoría de la visión táctil,
donde analiza el valor de la luz para entender el relieve
de las cosas. El libro de Marta sostiene ese pulso lumínico
que empezó en la oscuridad pero es reverso de lo que está
por venir y de lo que espera ser de nuevo encendido.
El juego de luces y sombras nos viene dado por la naturaleza de nuestro planetas y sus vueltas. Es de celebrar cada vez que la poesía entra en ese juego vital, como parece haberlo hecho la Marta que debe ser mirada. Felicitaciones; también a Liliana Ponce.
ResponderEliminar¡Muchas gracias Alfredo!!!
ResponderEliminar